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28/11/2024

Migración laboral

José Medina Go… / Domingo, 11 Julio 2021 - 21:20

La semana pasada dimos en este espacio la entrada de banda para reflexionar en torno al Capital Humano en la aviación como catalizador, promotor, objeto y sujeto del desarrollo. Sin embargo, si queremos dimensionar adecuadamente este importante factor debemos identificar su relevancia. Ciertamente estos temas son relativamente áridos, complejos, y se prestan a un complejo debate entre diferentes puntos de vista. Pero una vez que los reducimos a sus mínimos y comunes denominadores veremos que son no solamente esenciales para comprender y dimensionar el entorno en que nos encontramos, sino también para preparar un porvenir donde estemos en condiciones de competitividad.

Como hemos apuntado en no pocas ocasiones ya, la crisis del COVID-19 golpeo profundamente al sector aeronáutico internacional. La crisis global que vivimos cambió profundamente el contexto de la aviación civil, y pareció por meses que la coyuntura estaba sentenciando al sector a un retroceso atroz. De hecho, así fue, y para muchas aerolíneas en el mundo esto significó su extinción. Las que sobrevivieron debieron adaptarse, transformarse, y tratar de buscar espacios de subsistencia en esta nueva realidad que como civilización enfrentamos.

A más de año y medio de iniciada esta crisis global las reglas de la aviación comercial en el mundo han cambiado, y en mayor o menor medida se han superado los obstáculos que el 2020 trajo consigo. Sin duda hablar de una recuperación total sería una ilusión, faltan al menos cinco o seis años para ello; y definitivamente considerar que la aviación civil en todos los países del mundo sigue los mismos patrones de recuperación sería una franca esperanza infundada. Mientras que en el espectro general de la aviación en el entorno global se aprecia una tendencia a la recuperación, algunos países se aprecian con mayor progreso que otros. Lo anterior se debe en buena parte al estímulo que los gobiernos de estos le ofrecen al sector aeronáutico, y no puede haber un mayor impulso que la creación de un entorno conducente y permisivo a la aviación. 

Muchos países reconocieron acertadamente que la aeronáutica es uno de los motores del desarrollo nacional e internacional, y que su estímulo tiene efectos secundarios positivos para la reactivación económica contemporánea. Otros no solamente no hicieron esta oportuna identificación, sino que por filias y fobias dogmáticas decidieron desestimar la aviación como sector de la economía. En el mejor de los casos recurrieron a la pasividad intrascendente, en otros al ataque fiscal, y en otros al abandono coyuntural. En esta situación es donde lamentablemente esta México.

No debemos olvidar que la consigna del titular del ejecutivo federal durante el 2020 fue no rescatar ni apoyar al sector privado nacional en medio de la peor crisis contextual en décadas. El sector aeronáutico nacional fue abandonado, salvo en materia fiscal donde la recaudación prosiguió sin prórroga ni dilación. Las autoridades nacionales hicieron un pasivo silencio, justificando la no acción debido a las medidas preventivas de pandemia. Pero justo en ese momento es donde debieron hacer algo, asumir un liderazgo, tomar la cabeza y la iniciativa. Sobra decir esto no pasó, y dejaron al sector privado en la soledad de enfrentar la realidad, pero sin poder prorrogar sus obligaciones con el Estado. 

No debemos tampoco olvidar que las primeras medidas de contención y acción en el sector aeronáutico nacional no provinieron de las autoridades, sino de las aerolíneas. Las primeras se limitaron a asentir -tardía e innecesariamente- estas medidas, y después a adoptarlas como propias. Pero la evidencia nos muestra que por meses no sólo no hubo disposiciones preventivas y reactivas para atender al sector aeronáutico, sino que su abandono y negligencia llegó al punto de ser cuestionado por actores internacionales de gran trascendencia. Pese a la minimización de este contexto y la descalificación abstracta de las autoridades mexicanas a estos señalamientos, la realidad volvió a mostrarnos que aquellos que debieron encabezar el sector como representantes del Estado no sólo no cumplieron con sus funciones, sino que emprendieron actividades tan cuestionables que perdimos una categoría aeroportuaria, esencial para la recuperación del sector y de la economía nacional.

Nuevamente vimos la descalificación, la minimización, y el aberrante reduccionismo oficial ante esta trascendente consecuencia de la no-acción pública. Esto afectó nuevamente al sector, y en su momento señalamos que esto generaría una “entrada en pérdida”, una espiral descendiente que nos costaría mucho recuperar. Y un efecto claro de ello fue la reducción de las operaciones aeronáuticas nacionales, la minimización de gastos de particulares, y la supresión de oportunidades laborales o de crecimiento profesional en el sector. Poco a poco se ha ido revirtiendo esta tendencia, pero el hecho es que si comparamos la dinámica sectorial con aquella pre-pandemia vemos claramente que el sector aeronáutico mexicano se ha complejizado aún más.

Desde la crisis del 2020 y hasta nuestro momento actual, apreciamos que muchos trabajadores calificados, profesionistas, administradores y operadores de actividades económicas vinculadas al sector aeronáutico mexicano, al ver que su futuro corría riesgo, decidieron migrar a otras fuentes de empleo. Abandonar este sector es complejo, por el alto nivel de especialización requerido. Sin embargo, al encontrar otros nichos laborales no solo sus potencialidades quedaron subutilizadas, sino también quedaron vacantes importantes ocupaciones esenciales requeridas para la gestión y recuperación del sector.

Es así como la migración laboral del sector aeronáutico mexicano del 2020-2021 a otras ocupaciones genera un doble conflicto en materia de Capital Humano: subutilización o empleo no optimizado, y generación de vacantes críticas esenciales. Las habilidades preponderantes que otorgaban un valor agregado al sector se han ido perdiendo poco a poco, y actualmente muchos de los especialistas aeronáuticos mexicanos se desempeñan en otras actividades donde poco pueden contribuir a la recuperación sectorial. A esto debemos sumar el hecho que la fuerza laboral que se esta incorporando al sector no solamente tiene un severo problema de formación profesional (producto de la misma crisis derivada del COVID-19) sino también se enfrenta a un entorno laboral muy complejo y competitivo.

Reconociendo que el sector aeronáutico global no se detuvo, pero que nuestra aviación nacional se vio rezagada por la coyuntura nacional, los profesionales mexicanos se enfrentan a un contexto cada vez más complicado: por un lado las opciones laborales en aerolíneas en México son complejas y requieren un alto nivel de especialización, por otro nuestro sector debe competir con parámetros y criterios internacionales cada vez más sofisticados, y por otro las oportunidades de desarrollo profesional se ven cada vez más obstaculizadas. Sin duda es un contexto que puede y debe cambiar pronto, pero hasta el momento nos encontramos en una coyuntura donde la migración laboral de la aviación mexicana a otras ramas productivas puede generar problemas graves en el mediano y largo plazo. Estamos en esa “entrada en pérdida”, y debemos levantar.  

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