Año nuevo, nuevos retos, nuevas oportunidades. Estas palabras y refranes ya son cosa ordinaria al inicio de un nuevo ciclo anual, y prácticamente se pueden aplicar a todos los campos de nuestro entorno. Sin embargo, en el ámbito aeronáutico y aeroespacial esto no es necesariamente así. Debemos recordar que nuestro sector es -por definición- Estratégico; esto quiere decir que sus implicaciones son de carácter integral nacional y de largo plazo. El primer término hace alusión a una repercusión (evidentemente se espera que positiva) a todos los sectores y entornos del país, mientras que el segundo término se refiere a un periodo de 20, 30 o más años.
De hecho, otros Estados y sociedades consideran su visión estratégica como rectora esencial, fundamentan y orientan su cotidianidad en concordancia a los objetivos trazados y modelan su presente y potencial futuro en virtud de esa prospectiva en el largo plazo. Rusia, China, Japón, y algunos países europeos formulan sus planes con una visión de lejano porvenir, y hasta el momento los resultados de esta postura han sido no menos que espectaculares en algunos casos. El crecimiento económico de China es un ejemplo de estos resultados, así como el “renacimiento” de Federación Rusa después de la caída de la Unión Soviética en 1991 y su actual gestión como una “nueva superpotencia”, la reinvención fundamentada del Imperio del Japón tras la Segunda Guerra Mundial, y la Unión Europea como un claro ejemplo de internacionalización y generación de bloques regionales con alto valor agregado y prospectiva trascendente.
Para pronto, la visión estratégica es esencial para cualquier desarrollo sostenido y trascendente; y así como las Naciones modernas deben adoptar esta visión si quieren ser competitivos en un entorno global complejo, también los sectores con alto valor agregado deben mantener esta postura. De hecho, prácticamente desde sus orígenes estos sectores han asimilado y se han desarrollado en esta visión. Solo debemos recordar que apenas medio siglo después del primer vuelo auto-sustentado ya estábamos como especie superando la velocidad del sonido, y poco después nos adentramos al espacio exterior. Este avance y desarrollo nos dice mucho de la trascendencia y dinámica de nuestro sector, y sería imprudente no tenerlo presente en nuestra cotidianidad.
Es así como al inicio de un nuevo año debemos reconocer que este 2020 realmente no representa un “punto de inflexión” en el desarrollo y gestión del sector aeronáutico mexicano. De hecho, desde una mirada bien informada y responsable debiéramos reconocer que tan sólo se trata de un periodo para dar continuidad a los planes y visiones que se trazaron para nuestro sector de carácter transnacional desde hace mucho. Lo que nos toca y corresponde es tan sólo dar seguimiento a una tendencia global de la que somos parte, y hacer un doble esfuerzo por prospectar un escenario donde la aeronáutica mexicana pueda beneficiarse en el porvenir y así beneficiar al país.
Debemos reflexionar sobre la obviedad: ¿por qué los planes de la actual administración federal hacen tanto ruido? ¿Por qué el proyecto del “Sistema Aeroportuario del Valle de México” es tan controvertido? ¿Por qué el proyecto del aeropuerto “Felipe Ángeles” en la BAM 1 de Santa Lucía se ha rodeado de tantos conflictos y posturas encontradas? ¿Por qué la cancelación del Aeropuerto de Texcoco ha sido tan debatido y controvertido? ¿Por qué la decisión de la presente administración de no incentivar el desarrollo de “Clusters Aeronáuticos” en México y dejar estos en un segundo plano para remitirlos al sector privado ha generado tantas molestias en los inversionistas nacionales e internacionales? Y ¿por qué la inflexible e irreverentemente aferrada postura de los titulares federales del rubro en estos temas ha creado conflictos en el sector comercial nacional e internacional del aerotransporte y ha generado “roces y fricciones” aparentemente innecesarias con las autoridades aeronáuticas internacionales? La respuesta es irreverentemente simple: por que todas estas decisiones y determinaciones salen sin razón o justificación congruente con la visión y la tendencia estratégica global en materia aeronáutica y aeroespacial.
Por estos motivos en este 2020 no debemos poner “nuevos objetivos” a nuestro sector. Sólo debemos retomar aquellos que se han determinado por la tendencia internacional desde hace décadas y darles su eficiente y correcto seguimiento y continuidad. No busquemos re-inventar nuestro entorno, particularmente cuando el camino a seguir ha sido determinado por la comunidad internacional y la prospectiva fundamentada que se ha manifestado desde hace años. El camino a seguir es la inversión estratégica bien fundamentada, la proyección de los intereses nacionales en el entorno global y la consolidación de los Objetivos Nacionales Estratégicos por medio de la administración, desarrollo y gestión aeronáutica de alto valor agregado de los recursos nacionales, en una coordinación simbiótica entre el Estado y sus Instituciones y la iniciativa privada en un solo paquete armonizado con trascendencia comercial, y que a su vez permita mayor cercanía y congruencia con la tendencia internacional y las autoridades que le rigen.
El camino es claro para el 2020. Es decisión nuestra seguirlas. Sea esta nuestra intención de Año Nuevo.
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