Una de las asignaturas pendientes, no solamente de esta administración sino de muchas otras anteriores, es la aviación regional y la alimentadora. En este sexenio, sin embargo, se exacerbó porque desapareció una de las aerolíneas más antiguas, Aeromar, y porque a nadie se le ocurrió apoyar ningún proyecto que fuera en ese sentido, pese a que lo tenían -y lo siguen teniendo- frente a sus ojos.
El caso de Aeromar era muy interesante ya que servía a destinos donde nadie más podía operar, debido a que sus aviones, los ATR42 primero y luego 72, podían entrar en pistas pequeñas, como las de Salina Cruz y Lázaro Cárdenas, además de cubrir destinos muy poco tomados en cuenta, pero con necesidades muy grandes de conectividad, como Ixtepec, Piedras Negras o Victoria. Dejar que Aeromar quebrara fue un error muy grande, sobre todo porque sí hubo oportunidades reales de reflotarla y darle una vocación aún más clara de conectividad con lugares alejados, donde la aviación puede ser un detonante de desarrollo.
Pero lo cierto es que, al menos en los últimos 20 años, este tipo de aviación ha enfrentado retos muy grandes, que afectaron su desarrollo y comprometieron su competitividad y su estabilidad. Las empresas regionales y alimentadoras, encargadas de conectar ciudades medianas y pequeñas del país, han tenido que sortear múltiples obstáculos, tanto de naturaleza económica como estructural.
Uno de los grandes problemas, por ejemplo, es que en México se le da un trato igual a los desiguales. Las empresas micro, pequeñas y medianas tienen el mismo tratamiento fiscal o administrativo que las grandes y las enormes. Eso las saca del mercado porque no pueden hacer frente a los compromisos de la misma forma y no es un secreto que las proveedoras de las grandes, deben invertir y financiar a las que les compran porque los pagos suelen hacerse en 60 o 90 días si bien les va o hasta en 180, en los más graves.
En el caso de la aviación es aún peor: el precio de la turbosina es menor en la medida que se consume más, es decir, hay un subsidio para las grandes empresas porque sus consumos son mucho más voluminosos ya que la flota es mayor, y esto castiga a las pequeñas y las hace menos competitivas.
Un caso que está resultando exitoso es el de Aerus, ya que utiliza aeronaves de 9 y 19 asientos en rutas muy cortas con aviones ejecutivos. Pero este modelo está hecho para segmentos de mercado de alto poder adquisitivo y ha sido un éxito porque los empresarios prefieren pagar tarifas de avión para atender sus negocios en ciudades cercanas a Monterrey, que es la base de esta aerolínea, que correr el riesgo de ir por tierra en carreteras donde no hay seguridad.
La solución está aún en manos del gobierno federal. Para ello se requiere de una política pública que esté orientada a estimular el crecimiento en las regiones más vulnerables y una forma de hacerlo es conectarlas al resto del país con una aviación que sirva a esos fines y la nueva Mexicana sería el vehículo ideal para ello. Cierto que no resulta fácil, pero la rentabilidad social justificaría el gasto con creces. ¿Alguien que esté escuchando por ahí? E-mail; [email protected]
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