La leyenda urbana decía que Aeronaves de México nació en un café, mientras un grupo de amigos hablaba de la necesidad de tener una vía rápida para conectar a la Ciudad de México con el país, específicamente con Acapulco. Era necesario tener uno de esos nuevos aparatos que, además de haberse hecho legendarios por las hazañas de Lindbergh, Emilio Carranza, Francisco Sarabia y muchos otros aviadores que solían vestir con pantalones bombachos, botas, chamarra y guantes de cuero, además de goggles de seguridad y, hasta gazné, también estaban demostrando ser buenos para transportar pasajeros de un lugar a otro.
La idea prendió y don Miguel Díaz Lombardo invitó a su amigo, el piloto militar Julio Zinser, a emprender la mejor aventura de su vida: traer a México un Stinson desde Kansas City. El modelo SR-5A fue traído en escalas y el 14 de septiembre de 1934 hizo su primer vuelo comercial con dos tripulantes y dos pasajeros. Ruta: México-Acapulco. Costo del boleto: 30 pesos.
La verdad es que, leyendas aparte, en esa época iniciar una aerolínea comercial sí se trataba de todo un reto. Ya para entonces volaba Compañía Mexicana de Aviación, la cual tenía todo el soporte de Pan American Airways y que sería un referente hasta que el 28 de agosto de 2010 cesó operaciones.
A lo largo de su vida, Aeroméxico ha sufrido muchas transformaciones. Desde aquel lejano 1934 hasta la fecha, fue fusionándose con diversas empresas pequeñas y grandes, las más famosas fueron la SAE y Aerovías Guest, pero en el camino hubo muchas más y la aerolínea ha pasado por diversos procesos de crisis, quiebras, renacimientos e increíbles muestras de resiliencia. El hecho es que, hoy, Aeroméxico es lo más cercano a la línea de bandera de México, ya que por su nombre y su logotipo se ha convertido en embajadora del país en casi toda América, parte de Europa y algunas ciudades de Asia.
Quizás el proceso más doloroso que sufrió la también conocida como línea del “Caballero Águila” (ya que justamente su logotipo emula a esos guerreros aztecas que eran la élite del imperio y los estrategas de las guerras de expansión de los habitantes del valle de México en los siglos XIV, XV y XVI), fue la quiebra de 1988, cuando el gobierno de entonces decidió desaparecer o privatizar cientos de empresas del estado.
Si Aeroméxico volvió a volar en ese entonces, fue gracias a sus trabajadores y sobre todo a los pilotos agrupados en ASPA, quienes obtuvieron un crédito del Banco Obrero y con ello invirtieron no sólo 50 millones de dólares de entonces, sino su experiencia y talento para reflotar a la empresa que, años después, está aquí conectando a México con el mundo.
El lema de ese renacimiento fue: “con lo mejor de nosotros mismos”, aludiendo al alma de una aerolínea como ésta, que son los miles de trabajadores que cada día le dan vida. Y es verdad, esto fue lo que los trabajadores de Mexicana esperaban de este gobierno, el apoyo para que lo mejor de Mexicana, su gente, fuera la semilla de su renacimiento. Muchos de ellos, por fortuna, están hoy en Aeroméxico.
Esperemos que esa fuerza los mantenga unidos y fuertes por muchos años más. E-mail: [email protected]
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