En 1944 el mundo se preparaba para la paz. La aviación civil, que se desarrolló por las necesidades de tecnología que la guerra imponía, necesitaba ponerse al servicio del nuevo mundo que iba a emerger del caos.
Uno de los 52 estados signatarios del Convenio de Chicago, redactado en aquel año, fue México. Y lo hizo consciente de lo que implicaba ser parte de esta nueva forma de asumir el desarrollo económico, social, cultural del país. El convenio cristalizó en la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI) y nuestro país se tomó en serio los 96 artículos y 19 anexos (no todos se crearon en 1944, sino que se fueron incorporando) y adecuó su aviación a los retos para crear un sistema eficaz, moderno, eficiente, con un ánimo propositivo y nunca punitivo, transparente y global.
Se adoptaron leyes, reglamentos, Normas Oficiales Mexicanas, instituciones, estructuras e incluso los representantes de México ante la OACI lograron ser reconocidos por su capacidad y talento. Tal es el caso, entre otros, de Enrique Loaeza Garay, Jorge Pérez y Bourás y Roberto Kobeh González. Este último llegó a ser el presidente del Consejo de OACI e impulsó proyectos como “Ningún país se quede atrás”, para que el desarrollo que trae la aviación a las economías contribuya a paliar las desigualdades.
Todo ello es importante porque esa cultura institucional en el sector aéreo es lo que nos permitió ser un modelo en América Latina.
¿Por qué, entonces, la Administración de Aviación de los Estados Unidos (FAA) ha degradado a México dos veces a la Categoría 2 por las carencias de la autoridad aeronáutica? Porque nuestro país dejó de tomarse en serio a la aviación y se dedicó a ordeñar una vaquita que cada año genera ingresos, pero sólo le dejan una ínfima parte y se ha perdido el sentido de motor de desarrollo y competitividad que significa.
La Categoría 1, aunque sí está conectada con esa “calificación” de la FAA, tiene más que ver con lo que como país queremos hacer con este sector productivo. Hacer bien las cosas, tener a los mejores técnicos, a los mejores instructores, médicos, tripulantes, mecánicos, sobrecargos, controladores.
Contar con un andamiaje jurídico de primer nivel, que vea por el crecimiento y la mejora continua y no por la obstaculización de trámites, el ánimo punitivo y la opacidad, es cuestión de responsabilidad con el país, de sentir verdadero orgullo por lo que nuestra aviación logró en el pasado y puede lograr en el futuro si se hacen bien las cosas.
Podríamos tener todas las respuestas a todas las preguntas, todas las regulaciones en el papel, todos los requisitos para “pasar el examen” (como sucedió en el 2010), pero si no hacemos un compromiso real por tener la aviación que este país merece, volveremos a caer en Categoría 2 recurrentemente.
Y eso supone que volvamos a los principios: reconocer a nuestros técnicos, cuidarlos, certificarlos con rigor y agilidad; pagarles bien, contar con insumos y ponerse de acuerdo para lograr el objetivo: recuperar ante nosotros mismos nuestra Categoría uno.
Lo oí en 123.45: Además, se debe investigar y hacer justicia en el caso de Mexicana de Aviación: anular las irregularidades, castigar a los responsables y resarcirle a los trabajadores su patrimonio. E-mail: [email protected]
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