Es cierto, una de las promesas de campaña del actual presidente fue volver a echar a andar a Mexicana de Aviación. Sólo que la promesa carece del contenido que suscitó el entusiasmo de los trabajadores de la empresa, por una razón obvia: no están incluidos en ese cumplimiento y, aún peor, no sabemos qué clase de aerolínea será la que operen los militares (¿fuerza aérea o Sedena?) ni a dónde irá. Como diría el Conejo de Alicia en el país de las maravillas: “si no sabes a dónde vas, no importa qué rumbo lleves”.
En ese sentido, es triste que, a la fecha, a 6 meses de que -en teoría- despegue la aerolínea, no sepamos de ella más que rumores y uno que otro dato al azar. Que si la Boeing proveerá los aviones B-737-700; que si el director (el cuarto en tan sólo 5 meses) es ahora un militar en activo, el general Montaño; que ya han contratado a algunos extrabajadores de Aeromar, que ya tienen planeadas 4 rutas, entre las que se incluye Puerto Vallarta y poco más que eso.
Es más, aún no se concreta la compra de la marca, “valuada” (es un decir) en 400 millones de pesos, que servirán de liquidación para quienes dejaron la vida en la Primera Línea Aérea de Latinoamérica y que, con ello, darán sepultura a sus propios anhelos de justicia, no sólo para obtener una liquidación real sino para ver que quienes perpetraron la quiebra reciban la pena que merecen.
Pero como eso es soñar demasiado, lo único que tenemos enfrente es el decreto que funda la empresa de Aviación del Estado Mexicano y que tiene como “capital” inicial un millón de pesos y toda la ayuda de la actual administración para iniciar operaciones el 1 de diciembre próximo.
¿Qué preocupa? En primer lugar, el no tener claridad respecto a la vocación de esa aerolínea del Estado: ¿será troncal, regional? Ya se dice en el decreto que podrá hacer vuelos regulares, de fletamento y de carga, nacionales e internacionales. ¿Algún país está deseoso de conectarse con México a través de esa aerolínea? Tal vez Cuba, Nicaragua y Venezuela. Los demás países, si es que lo decretan, se verían obligados a no hacerle el feo, pero suscitará suspicacias.
No se duda de la capacidad de los pilotos militares, al contrario. Pero sí de los códigos de operación que son muy distintos. Ejemplos sobran: ¿alguien se acuerda del caso del accidente de vuelo 3142 de LAPA en Argentina? (el Whiskey Romeo Zulu)? ¿O del accidente del DHL 611 y el Bashkirian 2937 en el Lago Constanza -en la frontera de Alemania y Suiza- en julio de 2002? No se trata de ser ave de mal agüero pero sí de alertar que, a veces, los códigos de conducta son muy distintos y eso puede poner en riesgo las operaciones civiles.
Ojalá que las prisas no eviten que la nueva empresa y sus operadores tomen en cuenta y adopten los procedimientos de la aviación civil, con todo lo que representa en términos de transparencia, aceptación de la falibilidad y la adopción de CRM, para trascender los sesgos de imposición en los equipos de tripulantes de cabina. El país se los agradecerá. E-mail [email protected]
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