Uno de los puntos importantes del Anexo 1 de la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI), cuyo cumplimiento es parte de las auditorías de la Administración Federal de Aviación de Estados Unidos (FAA), es la necesidad de que los tripulantes de cabina sean examinados por médicos especialistas y que la responsabilidad de esos exámenes esté bajo la custodia de la autoridad aeronáutica, en el caso de México, de la Agencia Federal de Aviación Civil (AFAC).
Desde hace casi 35 años, a algún funcionario centralizador se le ocurrió la bonita idea de concentrar en una sola Dirección General todos los procesos y directrices que tienen que ver con las regulaciones relativas a la salud de los conductores de todo tipo de transporte. Con ello, se tiraron a la basura décadas de trabajo y de estudios e investigaciones relativas a la Medicina de Aviación, en la cual nuestro país no sólo fue pionero a nivel regional sino ejemplo a seguir de muchos países.
El principal promotor de la Medicina de Aviación en México fue el Dr. Luis Amezcua, médico de profesión que tuvo la oportunidad de formarse en el extranjero en esta especialidad, que hoy en día se ha ampliado hacia los estudios y prácticas de salud del hombre en el espacio exterior.
Pero ese afán de poner todo bajo la batuta de una dirección general de Medicina del Transporte hizo que la experiencia en Medicina de Aviación fuera minimizada y soslayada para dar prioridad a lo que, por supuesto, formaba parte mayoritaria de la práctica de los médicos de esa dirección, es decir, el transporte terrestre y en particular el carretero a nivel federal.
Muchos se preguntan por qué Medicina de Aviación debería estar en una dirección exclusiva de esta especialidad. La respuesta, una vez que se conocen las necesidades específicas de la profesión del tripulante, se hacen evidentes y apoyan la necesidad de tener una dirección dedicada a ello y, especialmente, contratar a médicos que cada vez conozcan mejor las necesidades particulares de estos profesionales, a quienes deben examinar para certificar si son o no aptos para ejercer su labor.
Las condiciones en que trabajan las tripulaciones no son normales. Hay factores de presión, de temperatura, de densidad del aire, de husos horarios y, especialmente, de fatiga por jornadas de trabajo que son críticas para la salud, no sólo de ellos como tripulantes, sino de los pasajeros y de los entornos donde se da la actividad aeronáutica.
Para poder rescatar a la Medicina de Aviación, es indispensable que también se dediquen esfuerzos a recuperar muchos procesos e instituciones que existían antes de 1988, fecha en que la Medicina del Transporte acaparó las funciones, con lo que se perdieron bagajes como el que traía el Centro Nacional de Medicina de Aviación, los centros regionales a lo largo de la República y la experiencia de profesionales de esta actividad dedicados a investigar y documentar reacciones corporales, casos de éxito o de riesgo y de dar recomendaciones que permitieran garantizar la seguridad de las operaciones aéreas.
Sin duda, habrá quien se oponga pero, con una decisión de este tipo, nos estaríamos acercando de forma ágil a recuperar la Categoría 1, lo cual, sin duda, nos conviene a todos. E-mail: [email protected]
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