Ahora que se han hecho del dominio público los problemas que se viven al interior de la Asociación Sindical de Pilotos Aviadores (ASPA de México), es importante comentar más allá de los detalles que derivaron en la protesta del pasado 28 de noviembre, provocaron verdaderos problemas en la operación en Aeroméxico Connect y afectaron a cerca de 10 mil pasajeros.
Más allá de eso, insistimos, existe un fondo que nos atañe como país, porque ASPA es un microcosmos que refleja lo que sucede en muchos ámbitos e instituciones nacionales.
Para quienes hemos seguido de cerca la historia de esta organización, el hecho es relevante no por los detalles de cotilleo, sino porque lo que emerge de la crisis que vive ASPA afecta a la parte más sana y limpia del sindicalismo mexicano, y esto debería ser preocupación de todos aquellos que queremos una nación democrática y transparente.
Desde su nacimiento, ASPA fue creada como una organización con valores democráticos, con pesos y contrapesos que le dieran coherencia y fortaleza a largo plazo.
Sus fundadores, en particular su primer secretario general y su primer secretario del Interior, eran de ideologías opuestas y hasta irreconciliables. Pero tenían en común una visión clara de sindicalismo vertical que fueron capaces de construir juntos y dejar en el ADN de la organización, un espíritu de unidad en torno al reconocimiento de los valores institucionales: democracia, consenso, respeto a los estatutos y a la ley, solidaridad y profesionalismo.
En sus estatutos, por ejemplo, no existe ni la reelección inmediata ni las planillas. El respeto al voto ha sido ejemplar y, pese a los fallos de algunos dirigentes, hasta hace unos años siempre habían logrado que sus propios mecanismos internos depuraran aquello que no se ajustaba a las prácticas correctas.
Su fortaleza siempre se fundamentó en una herencia que, sin embargo, no cuidaron lo bastante y el peor momento ocurrió hace siete años, con el paro de Mexicana de Aviación, una asignatura aún pendiente, donde todos fueron al mismo tiempo actores y víctimas.
A ASPA le duele Mexicana de Aviación. En el delicado equilibrio de fuerzas internas, un grupo tan pujante como eran los pilotos de Mexicana se echa de menos y hay que reconocer que tanto la dirigencia como otros actores fuera del ámbito sindical, tienen una deuda pendiente con ellos, una deuda que hay que honrar y trabajar para sanear esa herida que sigue viva.
Y tan sigue viva que una de las lecciones que el problema de Mexicana dejó al interior de ASPA, fue que al apegarse a su ser institucional los agremiados dejaron actuar a una dirigencia que no pudo o no quiso actuar de la manera correcta, sin que hasta ahora existan consecuencias para quienes perpetraron el fraude.
Tal vez por ello se abrieron los cauces para tomar el camino opuesto, al realizar dos o tres acciones que –al margen de sus reglamentos– rindieron buenos frutos a algunos líderes, sin comprender que esto iba en contra de la propia institución.
Hoy es indispensable que ASPA se reinvente y que lo haga recurriendo a sus propios fundamentos. Tiene todo para hacerlo (incluida una dirigencia institucional) y confiamos en que lo logrará, sin el concurso de quienes no quieren verla fuerte sino vencida.
Este es un ejemplo de lo que requiere este país: mientras exista la impunidad, la sociedad se sentirá agraviada y buscará formas de subsistir al margen de una legalidad que es sólo apariencia. Por eso, el caso de ASPA nos atañe a todos: en especial, a los trabajadores y a nuestra aviación.
Lo oí en 123.45: Además, se debe investigar y hacer justicia en el caso de Mexicana de Aviación: anular las irregularidades, castigar a los responsables y resarcirle a los trabajadores su patrimonio.
E-mail: [email protected]; Twitter: @charoaviles.
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