Hace 23 años el mundo de la aviación se sacudió con una de las noticias más aterradoras y que de alguna manera marcó lo que ha sido el siglo XXI: incertidumbre, ambigüedad, volatilidad y complejidad (la famosa VUCA) y, añadiríamos, un sentimiento de vulnerabilidad ante la emergencia de “fait accompli”s en muchos órdenes.
La irrupción del terrorismo en el ataque a las Torres Gemelas de Nueva York trajo muchos cambios, unos realmente muy buenos como un mayor rigor en los procesos de operación en la industria de transporte aéreo pues a pesar de lo que ha costado entrar en una disciplina muy vigilada, en realidad ha traído orden y certidumbre al sector.
Otras secuelas no han sido precisamente deseables: la desconfianza, la polarización, la irrupción de liderazgos disruptivos y/o de facto, etc., lo cual obstaculiza el crecimiento y más bien lo pone en cuestión. Los días en que se hablaba de apertura global están quedando atrás, hoy sabemos que, aunque la aviación es un motor de la conectividad y del crecimiento del comercio multilateral, el futuro no se ve tan claro a pesar de los evidentes beneficios que ha traído a la economía del mundo, entre países tan distintos como China y Estados Unidos.
Pero la aviación que, como dijeran directivos de la Asociación de Transporte Aéreo Internacional (IATA), florece en la libertad, también es resiliente. A cada crisis en la que parece que el tráfico se derrumba y la fabricación de aviones se halla comprometida, suele seguirle un período de crecimiento sostenido y que poco a poco ha logrado mayor conectividad.
No obstante, ese crecimiento suele ser mucho más efectivo y sostenible si los gobiernos tienen un plan estratégico. La pregunta que todo gobierno debería hacerse es ¿para qué queremos aviación? Si sabemos para qué sirve entenderemos cómo puede acompañar un plan de crecimiento, de expansión, de desarrollo regional, nacional, local… e incluso de impulso a la industria nacional, la investigación tecnológica y demás.
Hasta hoy no ha quedado claro si el gobierno entrante tiene claridad en ello. Mientras en sectores como la industria extractiva, energía, salud, agua, hay referencias explícitas a un plan estratégico, la aviación ha quedado escondida dentro de “aeropuertos” (como si sólo eso existiera) y hay muy pocas referencias a las aerolíneas nacionales, a los talleres de mantenimiento, al personal técnico aeronáutico, y no se diga a la industria aeroespacial, la cual crece a doble dígito desde hace un cuarto de siglo (con excepción de la pandemia) y debe estar ligada al crecimiento del transporte aéreo.
Hace mucho que México decidió aprovechar sus oportunidades en el sector aeroespacial (herencia de la vanguardia que llegó a ser en los inicios de la aviación hace un siglo) pero si de verdad queremos aprovecharlo, el camino no es la improvisación o dejar que las cosas vayan a su aire, es indispensable que ambas cosas, la aviación y la industria aeroespacial, formen parte de un plan estratégico para el país. ¿Alguien tendrá esa claridad dentro del nuevo gobierno?
La seguridad, sin duda, es una característica sine qua non la aviación crecerá. Habrá que reforzarla, pero sin olvidar que la facilitación también es condición, y ahí las autoridades tienen mucho que aprender. Esperemos que se aboquen a ello. E-mail: [email protected]
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