Uno de los temas que han saltado a la agenda electoral, tanto para la contienda presidencial como para la Ciudad de México, es el asunto del sistema aeroportuario del Valle de México. La candidata opositora, Xóchitl Gálvez, dijo que estudiaría el tema para retomar la construcción del Nuevo Aeropuerto en Texcoco. Claudia Sheinbaum, de Morena, le reviró que esto tendría implicaciones negativas para la zona.
En el debate del domingo, los tres candidatos a dirigir la CDMX se refirieron al terreno donde se asienta el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) como “un espacio que requiere la ciudad y la zona poniente, a la cual puede dársele otro uso”.
Esta percepción de que el espacio del AICM puede usarse para otros fines, que no sean una terminal aérea, muestra tres cosas: una, que todos esos políticos ya dan por descontado que el aeropuerto desaparece (sea por cambiarlo a Texcoco o por hacer crecer el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, suponemos); dos: que aún no se enteran de que este predio ya le fue asignado a la Secretaría de Marina con todo y la infraestructura aeroportuaria; y tres: que no les ha caído el veinte que el AICM es garantía de los bonos aeroportuarios que implican 420 millones de dólares anuales.
En todo caso, quien sea la próxima presidente será quien tome la decisión de: a) dejarlo; b) quitárselo a la Marina; c) utilizarlo para completar la infraestructura aeroportuaria en combinación con el AIFA y Toluca. El verdadero quid está en que esa decisión compromete al Valle de México para los siguientes 100 años.
Respecto a la deuda de los bonos de Texcoco, aunque ya tuvo un pequeño respiro (450 millones de dólares), aún se deben 3,750 millones de dólares y esta deuda todavía está fincada sobre los ingresos del AICM hasta el año 2047, lo que implica que este aeropuerto debe tener, al menos, 40 millones de pasajeros anuales. La otra opción es que el gobierno federal asuma la deuda.
Aún queda por verse la capacidad total real del sistema (AICM-AIFA) o el AIFA solo, contando con las limitaciones orográficas y que influyen en el peso máximo y la seguridad de las operaciones. Por el otro lado, sería indispensable que se determinara técnicamente si el espacio de Texcoco puede dar vida otra vez al proyecto aeroportuario original y se buscarán fuentes de financiamiento complementarias asequibles.
El análisis en este caso debe hacerse de manera seria y a la vista de todos. Para ello sería indispensable que las fuerzas armadas involucradas en la propiedad de los aeropuertos (Semar con el AICM y Toluca y Sedena con el AIFA y Puebla) entregaran toda la información y se sujetaran al escrutinio de una empresa seria que verdaderamente entre al fondo (la consabida leyenda de “este estudio se hizo con base en la información que nos fue proporcionada y se requieren más análisis” debería prohibirse).
Sólo así estaríamos ante una decisión de Estado. Y esto es absolutamente necesario e impostergable. La carnicería que se está haciendo con la capacidad aeroportuaria del Valle de México ha entorpecido gravemente la conectividad del sistema y está matando de inanición no sólo al AICM sino también al AIFA. Otra rayita al tigre.
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