Pues finalmente pasó lo inevitable. Aeromar dejó de operar, pese a los muchos intentos que se hicieron para apuntalarla, con el objeto de que no dejara incomunicadas a diversas poblaciones y sin empleo a 700 trabajadores. Como sucede en los momentos críticos, muchos buscan un culpable y en casos como el de las aerolíneas que han dejado de operar en México, no podemos hablar de un solo culpable, sino de muchos responsables y un problema sistémico que evita que las empresas aéreas en este país se consoliden.
Sin quitarle responsabilidad a quienes hayan tenido en sus manos la gestión de Aeromar, llama la atención que su Caja fue intervenida desde hace 4 años por el Servicio de Administración Tributaria (SAT), sin que esta instancia haya podido detectar o alertar a tiempo de la grave situación de la aerolínea. Al parecer, las instancias gubernamentales como Hacienda y la SICT/AFAC, no se ponen de acuerdo en qué es prioritario apoyar y qué no. Incluso, la llamada de atención que, en su momento, se le hizo al mismo presidente de la República por parte de los trabajadores, no fue suficiente para que se dimensionara el daño que conlleva el cese de operaciones de esta aerolínea.
Pero el asunto va más allá, si vemos que este no es un caso aislado y forma parte de la ristra de aerolíneas que han dejado de volar en México en los últimos años.
Desde luego que la estructura empresarial de las aerolíneas en todo el mundo no se caracteriza por ser muy estable. Es un sector que incluye tipologías muy peculiares: es de alta tecnología, de inversiones de muy largo plazo y muy onerosas, que sólo se pueden rentabilizar a largo plazo. Pero los servicios que ofrece son perecederos y estacionales; los insumos críticos, como el combustible, tienen precios fluctuantes y más bien altos y su dependencia hacia los proveedores es crítica. Una combinación un poco extraña, lo que hace que las rentabilidades de las aerolíneas sean muy escasas y oscilantes. Lo normal es que no sobrepasen el 3% como máximo y frecuentemente entran en pérdida.
Sin embargo, el transporte aéreo es un detonador de progreso y desarrollo formidable. Sólo hay que imaginar qué sería de Cancún, de Huatulco, de Vallarta o Los Cabos sin aviones. Pero no sólo sirve para el turismo, es fundamental para el comercio y para movilizar a los paisanos que van a Estados Unidos y envían remesas permanentes. Para decirlo rápido, las tres actividades que generan al país más divisas hoy en día se ven sostenidas en gran parte por la aviación.
Todo ello debería hacer pensar a quienes gobiernan que esta es una actividad de vital importancia para el país y merece un estatus de política pública, que se traduzca en mejores condiciones para quienes la operan.
Además, es importante señalar que la vocación regional de la aerolínea es aún más sensible, si se quiere, debido a que hay lugares que no pueden ser atendidos por otro tipo de aerolínea, a menos que se cuente con aviones adecuados. En especial están los aeropuertos de Lázaro Cárdenas, Salina Cruz e Ixtepec, los cuales tardarán tiempo en volver a ser conectados. Otra nueva alerta para exigir una política de Estado en el sector. E-mail: [email protected]
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