Lo malo de la pandemia es que ha sido pretexto para que la estructura y el servicio de transportación aérea baje significativamente de nivel. Lo bueno, es que la aviación suele salir fortalecida de las grandes crisis. Es difícil definir porqué pero quizás se deba a que, como dicen los clásicos, “lo que no mata, fortalece”.
Si usted quiere volar en estos -pocos- días que quedan de vacaciones de verano, será testigo de muchas cancelaciones, retrasos, pérdida de maletas, confusiones e, incluso, de malos modos derivados de la excesiva carga de trabajo que supone una sobredemanda anticipada que, sin embargo, en el fondo significa que la industria está vivita y coleando.
Y es que, después de dos años de crisis con el tráfico hasta el piso, muchos países cerrados, otros con fuertes restricciones y peor aún, con políticas divergentes, cambiantes e inentendibles, es un milagro ver hoy cómo los aeropuertos del mundo (aquellos que ya están en vías de recuperación) experimentan un renacimiento que augura mejores años.
Y este repunte es realmente alentador, aunque no es una regla general. El mercado de los países de Lejano Oriente está aún muy restringido, con muy pocos viajeros hacia los tradicionales destinos de Europa y Norteamérica. Y lo mismo puede decirse de Rusia, cuyo espacio aéreo está cerrado y la guerra con Ucrania no sólo ha cortado el intercambio de vuelos de ida y vuelta, sino que los precios del combustible han hecho que las tarifas aéreas estén literalmente en las nubes.
Sin embargo, es triste ver cómo aerolíneas con prestigio han tenido que echar mano de acuerdos con empresas emergentes -sean subsidiarias o no- de los llamados ACMI (que incluyen aeronave, tripulación, mantenimiento y seguro) o bien arrendamientos húmedos muy específicos. El problema es que si, por ejemplo, una empresa como Lufthansa tiene un contrato semejante, la operación de su marca se encuentra muy comprometida por un servicio de dudosa calidad, como efectivamente está ocurriendo.
Otro tanto está pasando con los servicios de rampa y de handling para las maletas, que ha provocado escenas de locura en aeropuertos como Heathrow, en donde se han llegado a reunir hasta mil maletas en espera de ser enviadas a sus desesperados dueños. No es inédito que muchos de ellos regresen a sus casas después de vacaciones y tengan que esperar para recibir la maleta que nunca llegó al destino del descanso.
Ni hablar de los muchos miles de euros o dólares perdidos por cancelaciones, retrasos, inconvenientes de todo tipo. En la desesperación se buscan alternativas que elevan los precios a las nubes, como pedir Uber para ir de una ciudad a otra en las regiones que ya están reponiéndose.
Mientras tanto, en nuestro país vemos cómo las oportunidades se nos escapan por falta de comprensión de lo que implica tener la Categoría 1 que otorga la Administración Federal de Aviación de los Estados Unidos (FAA) y el descuido en la infraestructura de apoyo. Hoy en día las aerolíneas estadounidenses tienen casi el 70% del mercado aéreo binacional. Eso implica divisas que se pierden, soberanía que no puede ejercerse porque los que deciden a dónde llevar turistas o mercancías no somos los mexicanos y una sensación de que estamos perdiendo el rumbo. E-mail: [email protected]
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