“Tanto va el cántaro al agua… hasta que se rompe”, solían decir las abuelitas. Un ejemplo de ello fue el accidente donde pereció el que fuera secretario de Gobernación en el sexenio de Calderón, Juan Camilo Mouriño. La cuestión era tan grave que esa mañana hubo una advertencia clarísima: a la 1 pm del 8 de noviembre de 2004, María Larriva, controladora de tránsito aéreo y asesora del Colegio de Pilotos Aviadores y de otras instituciones, alertó: “Es cuestión de tiempo para que haya un accidente de aviación en el Valle de México”. A las 7 pm el avión donde viajaban el secretario y otros funcionarios, caía cerca del periférico, con trágicas consecuencias.
No se trataba de un conjuro ni fue dicho de mala fe: simplemente era claro que el sistema de tránsito aéreo tenía fallas y que los procedimientos no se ajustaban a los recomendados por OACI (por ejemplo, la distancia entre aeronaves se había “estrechado” gracias a una circular). Y cuando alguien que sabe de un procedimiento ve que éste reiteradamente no se cumple, sabe que algo grave sucederá. Así funciona la aviación y por eso este es el medio de transporte más seguro del mundo.
Algo similar ocurre hoy -otra vez- en el organismo Servicios a la Navegación en el Espacio Aéreo Mexicano (Seneam). Esta dependencia que -por una ocurrencia que nadie se explica- está pugnando por ser un organismo público descentralizado que no dependa del Ejecutivo sino del Legislativo (?) lleva meses escondiendo problemas claros en su operación -como son varios eventos de casi-colisión de aeronaves en vuelo- que han sido reiteradamente señalados por diversos especialistas, entre ellos los trabajadores del organismo.
La situación de esta dependencia el día de hoy es mucho más grave que la de hace 14 años: su director, un excontrolador de tránsito aéreo cuyo mediano desempeño le valió ser puesto a disposición de la entonces DGAC y de ahí asignado a las oficinas de la OACI como apoyo de oficina, logró colarse al gobierno actual gracias a que prometió solucionar técnicamente la interacción entre el AIFA y el AICM.
Pero el liderazgo (es un decir) de este personaje tiene tres graves problemas: la guerra contra los trabajadores del Seneam, que abanderó apenas inició el sexenio; un rediseño del espacio aéreo para las llegadas y salidas del AICM que dejó mucho qué desear y que supuestamente abonaba a la interacción con el nuevo AIFA y los nuevos procedimientos para las llegadas y salidas de ese aeropuerto a punto de inaugurarse.
Digamos que fue la peor combinación: quienes deben echar a andar los nuevos procedimientos y conocer a fondo el rediseño son quienes los van a operar, o sea, los controladores. Lo que hasta ahora se sabe es que dichos procedimientos no se han probado in situ y que el rediseño sólo ha provocado demoras, casi-colisiones y un clima de terrorismo laboral que puede volverse letal si no se le pone un alto.
De las casi-colisiones sabemos porque han trascendido a los medios pero Seneam los desestima cotidianamente. Sólo recordemos que si hay un evento fatal el responsable será otro funcionario, es decir, el director del AIFA, a quien deberían reportarle y darle cuentas de tanto incidente. Ojalá no tengamos nada qué lamentar.
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