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28/11/2024

¿El cielo puede esperar?

Rosario Avilés / Lunes, 26 Abril 2021 - 19:36

El día de ayer, las autoridades de la SCT involucradas en el asunto del rediseño del espacio aéreo del Valle de México, dieron una amplia explicación a los medios sobre los diversos aspectos de la primera fase lanzada el 25 de marzo pasado.

Este encuentro informativo viene a subsanar los efectos polémicos derivados de una ejecución apresurada por parte del organismo encargado, Servicios a la Navegación en el Espacio Aéreo Mexicano (Seneam), que derivó en incidentes, denuncias, quejas y cuestionamientos por parte de diversos actores involucrados.

Aunque es posible que la intención de iniciar los nuevos procedimientos en marzo era buena, pues se quería aprovechar que el tráfico aéreo en la zona es menos de la mitad del que se tenía en 2019, al parecer su ejecución no fue la mejor. Una de las quejas apunta a una insuficiencia de capacitación de los controladores y el reporte de al menos dos casi-colisiones, resultado de este rediseño, así como otros cuestionamientos sobre la forma como se adaptarán a condiciones meteorológicas adversas.

Mención aparte merece el asunto del ruido que ya generó un par de suspensiones. En todo caso, la impresión general fue que la introducción de la fase 1 del rediseño, anunciada con bombo y platillo por el encargado del Seneam, no tuvo una buena ejecución y esto tiene que ver mucho con los lineamientos que la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI), que en su Manual de implementación del PBN (Performance Based Navigation. Doc. 9613) da algunas recomendaciones para el rediseño de espacios aéreos y el cómo introducirlos, sobre todo cuando el cambio es significativo, como se entiende debería ser el caso.

Quedan claras tres cosas: 1) Que los procedimientos PBN pueden introducirse sobre los ya existentes, si no es indispensable modificar el diseño; 2) Que si se opta por un rediseño significativo, que sería el caso si lo que se quiere es incorporar los de Santa Lucía, se debe poner todo el énfasis en la capacitación de los controladores con las horas de simulador y demás, que sean necesarias antes de introducir los nuevos procedimientos; 3) que éstos deberán validarse con un avión certificador oficial, que los pruebe de una manera lo más amplia y rigurosa posible. 

Aquí es donde el proceso dejó mucho qué desear pues aunque se dijo que todo ello se cumplió, las quejas y comentarios manifiestan deficiencias que en un caso como éste vale la pena tomar en cuenta. El hecho de que haya sido necesario convocar a toda la industria y las autoridades para respaldar las operaciones, es señal de que Seneam no logró comunicar adecuadamente su labor, a pesar de su campaña publicitaria.

Se entiende la presión que debe tener el organismo de avanzar en el rediseño que se requiere para que la interacción del nuevo aeropuerto con el actual esté bien hecho y certificado en tiempo y forma, ya que la Sedena necesita certezas cuando falta menos de un año para la inauguración del Felipe Angeles.

Sin embargo, y tal vez justo por ello, sería deseable que el proceso se refuerce y, si es necesario, se reinicie, con objeto de que no existan ni dudas ni incidentes, así sean leves, porque la aviación es muy sensible a este tipo de particularidades. Ojalá.

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