Es un secreto a voces que la construcción del Aeropuerto Felipe Ángeles, que estará en la Base Aérea Militar de Santa Lucía, no ha terminado de cuadrar su propuesta para la aviación comercial y que la interacción con el actual Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México es un asunto que no ha terminado de estructurarse, a pesar de que se sigue pagando a los asesores puntualmente sus honorarios y de los esfuerzos por acercar las posiciones entre la Sedena y las aerolíneas.
Aquí tenemos, en principio, dos visiones: la eficacia con la que seguramente Sedena, y en concreto el General Gustavo Vallejo, quieren responder a la petición del presidente para tener en tiempo y forma un aeropuerto capaz de recibir aerolíneas civiles. La otra visión, la de las aerolíneas comerciales, es la necesidad de que las operaciones civiles no sólo sean posibles, sino sobre todo rentables y esto incluye seguras, eficientes, cómodas y accesibles para los pasajeros.
Nunca se dirá lo suficientemente fuerte: sin aerolíneas no hay aeropuertos. Por eso urge que ambas instancias intensifiquen su colaboración y que pronto se despejen las dudas que aún persisten en cuanto a la interacción de Santa Lucía y del AICM y la capacidad conjunta de ambas infraestructuras.
Todas estas reflexiones están en el ánimo de la industria y al menos persisten dos asuntos nodales: por un lado, especialistas del Colegio de Ingenieros han expresado su preocupación de que en un lapso más o menos corto, de entre 5 y 10 años, en cuanto la industria retome su ritmo de crecimiento, ambos aeropuertos estén rebasados en su capacidad y haya que buscar otra solución. Esto no es remoto: para entonces la actual administración ya no estará en funciones y quien tenga que resolver ya vería el cómo; como quien dice, el de atrás paga.
El segundo tema es que a pesar de que realmente esté listo el 21 de marzo del 2022, el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) requiere una infraestructura de transporte que permita a los usuarios acceder al lugar. Parte del problema para hacer viable a Toluca era la falta de vías de acceso al alcance de todos los pasajeros. Por eso, en su día, hubo hasta un acuerdo con los constructores de la autopista México-Toluca para bajar el precio del peaje a quienes iban al aeropuerto.
En este caso se ha hablado de tren, de autopistas dedicadas, de nuevos accesos, pero lo cierto es que hoy por hoy la situación sigue siendo la misma: llegar a Lucía es complicado y si la actual administración quiere de verdad que el AIFA sea un aeropuerto real y no un elefante blanco más, necesitan vías de acceso rápidas, expeditas, baratas….
Hay aún otro problema por resolver y es el de segregar tráficos entre ambos aeropuertos. ¿De verdad se hará? ¿Con qué criterios? ¿Hablará el mercado o las empresas serán obligadas a operar desde Lucía? Esta es una interrogante bastante complicada y no menor.
Se habla de que hay pláticas con aerolíneas mexicanas para que decidan hacer del AIFA su hub, pero en la realidad no hay nada escrito y esto puede complicar las cosas.
Por el momento es urgente que haya verdadera interlocución entre los actores involucrados. Lo demás, ojalá llegue.
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